Hoy en el diario El País, en la sección que lleva Anatxu Zabalbeacoa, se habla del libro que acaba de publicar la directora de comunicación del Instituto de arte moderno de Valencia (IVAM). En este artículo se hace referencia a la importancia de modelos más antiguos de museo basados en la cultura propiamente, frente al modelo actual basado en aspeto más tangenciales con el fin de una rentabilidad económica y social, lo que en muchos casos puede acercarlos más a parques temáticos que a museos.
Ha llovido ciertamente desde que Koolhaas nos hablase en su "Guide to go shopping" de cómo en grandes espacios dedicados a otras funciones, como aeropuertos o museos, las tiendas se habían convertido en el principal motor económico de estos centros, y no el que se suponía el motivo obvio: tasas en el caso de aeropuertos o entradas y contribuciones en el de los museos.
Pero es interesante la crítica que se vierte de cómo ese modelo puede degenerar arrastrando consigo a los museos, rebajando el nombre de grandes instituciones, y más preocupante aún, desfigurando el fin original de los museos que no es otro que la difusión y enseñanza de la cultura artísitica. En este sentido también tiene unas palabras para el mal uso de la arquitectura, que al igual que las tiendas o los restaurantes con glamour, no es suficiente para garantizar el exito de estos museos por si solos. Para esto compara los destinos opuestos de dos Guggenheims: el de Bilbao y el de Las Vegas. Aunque me pregunto si cuando hace esa referencia no estará pensando también en parte a la ampliación diseñada por Sanaa del IVAM.
La sociedad evoluciona, y ahora la frase de moda es que a día lo único constante es el cambio, "el cambio acelerado". Esa voracidad de renovación se transmite también a los modelos de consumo, culturales y de enseñanza. Pero ¿están todos lo modelos preparados para servir a esa aceleración sin devaluarse o caer en el intento?
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